«Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo», dijo Ludwig Wittgenstein con la boca llena de razón. Es decir, una lengua más rica se traduce en una experiencia vital más plena, un vocabulario extenso implica mayores registros emocionales. Por eso amo con devoción los diccionarios y también los idiomas: porque quiero vivir cada vez de manera más intensa, más rica.
Me resulta fantástico retomar la célebre cita del filósofo austriaco, pero me es imposible alejarme de la inmensidad de nuestro lenguaje. Definitivamente, puede ser visto de manera positiva, como bien mencionas, pero también existe un terror frente a lo inconmensurable, lo irreductible. El lenguaje también causa angustia y en la angustia, según Heidegger, se encuentra la nada.
Gracias por la oportunidad de reflexionar al respecto.
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Qué fuerte lo que comentas, no lo había pensado pero sí, el lenguaje causa angustia porque se teme no poder expresar lo que se quiere, caer en la incomunicación o, peor aún, en la confusión, en la malinterpretación.
Gracias a ti por esa rica aportación sobre Heidegger.
Saludos
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Un gusto compartir temores, pasiones y demás circunstancias entorno a un suceso tan increíble como lo es el lenguaje. Siempre será un gusto.
Saludos!
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Gusto totalmente compartido y motivo de agradecimiento!
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El diccionario causó una impresión en mi cuando niño. Mi primer diccionario no fue del todo mío, pertenecía a mi madre.
De apariencia viejo, café, utilizado, de olor húmedo, pasta ligeramente desgastada, con la foto de una avenida principal de mi país de portada, grueso, muchas páginas, muchas palabras, hasta las prohibidas.
El amor a las palabras llegó después. En la actualidad procuro hacer el amor con ellas lo más seguido que se pueda, diario de preferencia.
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Me parece muy lindo que recuerdes el primer diccionario. Además, la imagen que tienes de él es muy plástica. Yo no me acuerdo del primero pero sí que a los ocho o diez años ya acudía con frecuencia a él, un Larousse gordísimo de lomo anaranjado que estaba en la biblioteca de casa y me costaba trabajo cargar. Me parecía como el universo mismo vuelto palabra. Me intrigaba mucho.
En cuanto a las palabras, seducirlas y ser seducido por ellas es un deleite mayúsculo, a veces perverso, siempre iluminador. La Iglesia aún no se entera cuánto placer deriva de ello: si lo supiera, ya lo hubiera nombrado pecado capital…
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Ayer mismo fui a desempolvar mi diccionario. Tu publicación me llamó a la acción y lo hice. Hoy lo traje al trabajo, lo estoy leyendo. Gracias a la publicación de ayer me di cuenta que amo las palabras más de lo que una vez pensé hacerlo, las amo.
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Son profundamente «amables» en el sentido más literal de la palabra…
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Dianoska: me encanta eso que dices: «hacer el amor con ellas lo más seguido que pueda». Es sensacional.
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De hecho no lo dije yo sino LfRq!
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Desde el alfa hasta el omega, coincido con tu pasión por el lenguaje, tanto nativo como ajeno, buscando los apegos a sus profundas raíces y sus altas copas, bosques divinos desde los que no se divisa nunca el fin…
Feliz día,
Rafael
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Me gusta la imagen del lenguaje como un bosque de follaje denso y altas copas: es rica en posibilidades y simbolismos.
Un abrazo
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Me ha encantado la cita, también los comentarios posteriores. Esa imagen de bosque de letras y palabras que bien hiladas nos definen y definen todo lo que nos rodea es fabulosa.
Debemos regar todos los días el pequeño jardín que vamos poblando con palabras para que crezca y se transforme en un lugar lleno de significados y significantes, siempre a la espera de ser utilizados y enriquecidos con nuevas palabras.
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Amo las palabras y también las plantas, ambas son fuente inagotable de placer, así que la idea de un jardín de palabras no puede resultarme sino encantadora. Sí, a regarlo para que crezca y se multiplique. Gracias por ese regalo…
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En casa de mis padres nos hacían aprender dos palabras nuevas cada día en cada una de las lenguas que se hablaban en casa. Y a usarlas por supuesto. Uno de mis recuerdos más nítidos es acudir a los diccionarios como quien acude a un libro de conjuros y mirar a mis hermanos pelear a golpe de diccionario (metafórico en este caso) porque, como decía mi madre, «no existen los sinónimos»…
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Tus padres eran unos genios, no cabe duda, qué idea más hermosa!! En esa misma línea, cuando yo era adolescente a veces jugaba con mis-amigos-igual-de-nerds-que-yo a «inventar» definiciones, es decir, intentábamos ver quién hacía la mejor definición de tal palabra, obvio, sin ver el diccionario. Aún ahora muchas veces juego eso a solas.
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Y por eso mismo, yo decidí estudiar filología francesa. Con planes de hacer algo relacionado con el griego moderno (más allá de mi nivel intermedio). Estudiando italiano y, ojalá, algún día aprendiendo bretón…
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Ya veo que somos varios locos amantes de diccionarios y lenguas. Se siente bien la compañía!
Abrazo
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