Leo en un blog: «Me interesa conocer más sobre los orificios de los escritores, lo que nadie sabe de ellos». La aseveración me hace imaginar a un respetado autor en postura incómoda, exponiendo sus partes innobles al enguantado autor del blog. Repaso la frase y me doy cuenta de que en realidad dice: «Me interesa conocer sobre los oficios de los escritores, lo que nadie sabe de ellos». Ambas posibilidades suenan bien, para qué negarlo.
Esta semana, mientras entrevistaba a Martín Caparrós, leo mal una cita de su libro, en voz alta, como parte de una pregunta. En vez de decir «Los obesos son los malnutridos —los más pobres— del mundo más o menos rico» digo «Los obsesos son los malnutridos». Caparrós se ríe y, cuando me hace notar el equívoco, también yo, pero concluimos que aplican las dos lecturas: los obesos como obsesos, los obsesos siendo obesos.
En una junta de trabajo, luego de que una colega atractiva propone una línea de acción, un ejecutivo tieso y engolado responde «te secundo». Yo entiendo, por un instante, «te fecundo» y lo visualizo jadeando encima de ella, preocupado porque alguno de sus millones de muchachos por fin logren el milagro de la concepción («para eso es el sexo, para tener hijitos, ¿qué no?»).
Pienso que lo que llamo comúnmente lapsus es, en realidad, mi mente que me hace el favor de expandir el mundo para mí.
Hace unos años, una reportera de mi país estaba cubriendo una nota acerca de un procedimiento policial y dijo a la cámara: «La división rubos y ortos de la policía federal…», en lugar de «La división robos y hurtos…». En Argentina, orto en lenguaje de la calle es el orificio de tu post. El camarógrafo se cayó al suelo de la risa.
Un abrazo desde el hemisferio austral.
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Qué sería de este mundo que se toma tan en serio si no fuera por los lapsus. El que compartes es muy divertido.
Un abrazo mexicano, querida
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En una entrevista a los Estopa, David (el compositor) recordaba cuando en los primeros tiempos, antes de la fama, hablaba con su hermano de un estribillo en su popular maqueta que dice: «Qué zozobra, qué ironía, qué desidia, qué desesperación…». Se partían de risa, hasta aquel día su hermano le había acompañado en los conciertos cantando: «Qué sozorra, que ironía…». Un abrazo.
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Me imagino a los dos disfrutando de lo lindo mientras la gente los coreaba en los conciertos… El juego intencional funciona bien, un día podría resultar un lapsus de alguno de nosotros.
Abrazo
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Pero fue un accidente. 🙂
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Ah, vaya, pensé que a propósito había jugado con la homofonía! Vaya, entonces es un lapsus de tomar nota…
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Tampoco suena exactamente igual
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En España
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La c y la z quiero decir
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Juguemos:
Los os-besos secundados por obsesos, se fecundan
o
Los obsesos oh!besos secundan a quien los fecunda.
o
…
te lo dejo a vos.
abrazote
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Dos juegos que se pueden multiplicar casi al infinito (los peligros de la fecundación…)
Abrazos, Nélida
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Se podría hacer una antología de lapsus,sin duda (y hay algunas realizadas por programas de TV sobre los errores cometidos en la misma pantalla), pero lo bueno de los que has destacado en tu entrada es que son propios y que has tomado buena nota de ellos. Ahí radica el encanto de la entrada. ¿En qué estará ocupada tu mente? Obviemos análisis imposibles y quedémonos con el aspecto lúdico; que también forma parte de nuestros días.
Cariños.
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Qué cosa, la de conclusiones que sacaría un psicólogo a partir de esta entrada! Por favor no le cuentes a tu amiga terapeuta: que siga pensando que tienes amigos normales…
Abrazos
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Como dijo Borgeano, en qué estará ocupada tu mente? 😉 La envidio! Y tb tu capacidad para hacer una entrada como esta. Abrazos!!
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Por favor! Besos, queridísima Li.
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