El sábado pasado se festejó el Día Nacional del Libro y por alguna razón no escribí nada al respecto. Hoy celebro mis volúmenes, mi pequeña biblioteca. Títulos de poesía, de narrativa, de historia y ensayo, incluso más de 20 diccionarios pueblan mi casa y en algunos casos ocupan libreros de dos hileras en fondo. Son, en gran medida, mi objeto preciado número uno. Comencé a coleccionarlos y leerlos antes de entrar en 1991 a la licenciatura y posterior maestría en Letras: desde ahí se instalaron de manera fija en mi paisaje. He leído la mayor parte de lo que poseo, el resto espera pacientemente el momento de nuestro encuentro.
«Me, poor man, my library/ Was dukedom large enough» dice Próspero en el primer acto de «The Tempest», de Shakespeare, idea que retoma Borges en su «Poema de los dones»: «Yo, que me figuraba el paraíso/ bajo la especie de una biblioteca». En el primer caso, Próspero, duque de Milán, encuentra en sus volúmenes más interés y hondura que en la política, por lo que deja el gobierno en manos del traidor Antonio. En el segundo, Borges agradece la «magnífica ironía» de Dios, que mientras le da los anaqueles de títulos, le quita la vista. En cualquier caso, guardadas todas las distancias, comparto la celebración de los libros: para mí también son mi imperio, mi paraíso cotidiano. Aquí, algunas fotos de ellos…
«De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo. Sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria» (Borges).
Me he atrevido (perdón por la intromisión) ha «chusmear» un poco entre tus títulos (no lo he hecho en todas las fotos porque me parece una intromisión en tu privacidad, pero no pude contenerme en las primeras dos). Veo que tenemos algunas cosas en común: Saramago, A. Gala, Savater y Javier Marías (Mi preferido de los españoles actuales aunque, obivamente, no conozco a la mayoría).
Por mi parte extraño horrores a mi biblioteca. Más de 1400 volúmenes están a 350 km. de distancia y no veo la hora (y no encuentro el modo, eso es lo peor) de ir a buscarlos. Donde estoy ahora ya llevo acumulados unos 100 ó 150… pero extraño los míos, los de siempre; esos que tomas, lees unas páginas y lo vuelves a dejar en el estante.
Prometo enviarte unas buenas fotografías de ellos así tú también puedes revisar mis estantes. Seguramente estaré tan feliz que escribiré un post sobre ello. Ya veremos.
En otro momento te comentaré sobre el tema de los juegos (veo que tienes un volumen de juegos de ingenio y agudeza). Soy diseñador de juegos y alguno anda dando vueltas por allí, pero quedará para otra oportunidad (además no sé qué pasa aun con los comentarios y no sé si todo esto que estoy escribiendo servirá para algo).
Cariños.
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De ningún modo, ver las fotos de los libros no es una intromisión. Finalmente, escribir en un blog y subir fotos personales implica que uno asume el riesgo de abrir las entrañas (y encima disfrutarlo). Mis libros hablan mucho de mí, de gustos, filias y fobias, intereses, pasiones y sin duda uno de mis pasatiempos favoritos es el que comentas: tomar un libro del estante, leer un par de líneas, sorberlas y volver a depositarlo en su lugar. Como saludar un viejo amigo. Por eso entiendo perfecto lo que comentas sobre extrañar tu biblioteca. Supongo que te mudaste de país, uf, qué duro debe ser adaptarte a un espacio distinto sin la compañía de tus volúmenes queridos. Ojalá encuentres la forma de hacerlos venir a ti. El libro Juegos de ingenio y agudeza en realidad no es sobre juegos, sino sobre pintura emblemática en la nueva España (un tema que me fascina y sobre el cual pensé hacer mi tesis de licenciatura, pero al final me decanté por hacer un análisis semiótico de un poema medieval).
Y sí, los comentarios están llegando y siendo agradecidos…
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