Acabo de terminar Lo anterior, novela de Cristina Rivera Garza (Tusquets), e inmediatamente antes El cuerpo en que nací, de Guadalupe Nettel (Anagrama). Ambas escritoras mexicanas, las conocía por sus artículos en periódicos y revistas, pero no como narradoras.
La novela de Nettel, intimista, de tono autobiográfico y ubicada en los años setenta, me dejó con ganas de algo más (¿qué?). Cumple pero no acabé de darle el golpe. La de Rivera Garza, situada en la frontera norte de México, me gustó más. A partir de una anécdota que no resulta central explora reflexiones sobre el amor como pasado, como construcción ex-profeso montada sobre palabras, como diálogo roto o quizá nunca establecido. Con un estilo pulido, en ella la pluralidad de personajes y tonos se expresa a través de cambios tipográficos y pequeños símbolos en la parte superior de la página, pero aun así de pronto me resultaba confusa. Debo carecer del chip que permite entender la multiplicidad de voces narrativas, porque en general me enreda (con frecuencia me sucede con autores mexicanos: ver en este blog «Efectos secundarios, de Rosa Beltrán», entrada del 12 de diciembre de 2011). ¿Será que soy poco posmoderna y prefiero lo unívoco, lo que parte del centro? Probablemente, aunque no me guste aceptarlo.
Total, que sin que se me hayan convertido en escritoras fundamentales, quedo invitada a regresar a ambas. De hecho tengo ya en mi librero, como pendiente de lectura, El mal de la taiga, también de Rivera Garza (Tusquets), y se me antoja mucho Nadie me verá llorar (también Tusquets), su primera y muy premiada novela.