Un taxista amable resulta el mejor don que los dioses pueden otorgar. Sobre todo cuando no deja de llover, la temperatura es de 0 grados y se trata de turistas venidos de climas más benignos tratando de no congelarse y que, si es posible, quieren conocer un poco. Justo así aparece Sergio. Sonriente, nos lleva adonde le pedimos, nos espera y hasta nos dice dónde podemos tener una vista privilegiada de Florencia. Pero guarda una sorpresa: lleva en el asiento junto a él no uno, sino tres libros. Al preguntarle qué lee responde entusiasta: una novela sobre vampiros, otra (no especificó el tema) y «éste, que no es una novela sino un ensayo sobre el nacimiento de la democracia en Estados Unidos. El autor ganó el Pulitzer con él, es fantástico». No quiero sonar condescendiente felicitándolo, así que sólo sonrío y me despido con mi mejor «grazie tante, buona giornata», mientras me pregunto cuántos en el mundo podrían rivalizar con él.
Es una bocanada de esperanza que exista gente como Sergio. Tuve que viajar hasta Italia y por poco morir de frío para conocerlo. Y aunque lamento no tener una foto suya, vaya esta vista imperdible de Florencia como homenaje a él que, mientras yo tiritaba captando esta imagen, devoraba un sesudo ensayo en su auto. Claro que ahora me quedo con la duda de qué leerá después.
«Viajando se conoce gente» Dice el habla popular, y éste es un buen ejemplo de su certera verdad. Me gusta eso de describir todo el «sufrimiento» que te rodea pero que te quedes con lo mejor que te regala el día.
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Qué gusto leerte, querido Borgeano. Ha sido así, el frío casi intolerable para alguien friolento como yo pero marco de buenas experiencias.
Un abrazo (éste sí, cálido)
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seguro que en la ciudad que habitas hay más de dos como Sergio, lo digo porque ya me ha sucedido y antes no me había dejado sorprender
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Ojalá, querido, ojalá. Nunca me había tocado alguien tan lector e informado!
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