«[…] es mejor leer a un autor importante mal traducido que no leerlo en absoluto. ¿Qué le va a suceder a Shakespeare si su traductor se salta una palabra difícil? Pero existen los que no lo leen porque alguien les dijo que estaba mal traducido. […] toda traducción es buena. Pasa con ellas lo que con las mujeres: de alguna manera son necesarias, aunque no todas sean perfectas […]». Este fragmento de Tito Monterroso de «Sobre la traducción de algunos títulos» está incluido en el Material de Lectura de la UNAM dedicado al guatemalteco (el link: http://alturl.com/29hv6 ). En él habla de varias traducciones curiosas al español, como ésta cuya víctima fue Wilde: «[…] Traducir The Importance of Being Earnest por La importancia de ser honrado hubiera sido realmente honesto pero, por la misma razón, un tanto insípido, cosa que no va con la idea que uno tiene de Óscar Wilde. Claro que todo está implícito, pero se necesitaba cierto talento y malicia para cambiar being (ser) earnest (honrado) por ‘llamarse Ernesto'».
Leí esto hará unos 10 años, cuando estaba en la universidad. Mi querido amigo Daniel Zavala me regaló ese Material de Lectura y la primera frase que cito aquí se me quedó muy grabada, por cierta: es mejor leer a un autor mal traducido que no leerlo en absoluto. Estaré unos días en Guatemala, tierra natal de Monterroso, razón de más para celebrar doblemente poder compartir el texto en línea.
Siempre interesante el mundo de la traducción y muy complejo. El retrato o el cuadro…de Dorian Gray, En la carretera o en En el camino, de Kerouac…Buen post.
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Sin duda es un universo siempre fascinante y muy retador. Los ejemplos que añades son otra prueba de la dificultad de «trasvasar» perfectamente un idioma en otro.
Gracias, saludos…
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Los juegos de palabras siempre llevan mal las traducciones. Alicia en el país de las maravillas, por ejemplo, habría podido considerarse intraducible (por suerte no supuso un impedimento). un saludo.
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Así es, los juegos de palabras pierden muchísimo (o todo!) cuando se les traduce. Es justo el caso de La importancia de llamarse Ernesto, que comenta Monterroso.
Saludos y gracias por pasar
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pues me acabo de enterar del gazapo de Wilde, jajajja, y yo que le regalé el libro a un novio que se llamaba Ernesto!!!! uuuppsss
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Jaja, la culpa de la mala traducción no es tuya!!
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no… pero él se ilusionó muchísimo con el libro. jajajajajaja
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Asegúrate de no mandarle este post!!
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afortunadamente él no tiene Internet!!
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¿Qué es lo que leemos cuando leemos una traducción? ¿Qué es lo que leemos cuando leemos una mala traducción?
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En una traducción leemos los ecos del idioma original pero con las palabras que el autor «hubiera podido utilizar» en el idioma de llegada, es decir, saboreamos la fruta. En una mala, normalmente tenemos apenas la cáscara, pero cáscara al fin…
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Hay un par de artículos interesantes de Onetti sobre las traducciones (de cuando estaba exiliado en España y escriba para no-recuerdo.qué.periódico de allí). Generalmente Onetti terminaba enojándose, sobre todo con las traducciones de Faulkner.
Si se me permite tocar un tema tangencial, discutíamos el otro día acerca de las traducciones de los títulos de las películas. Parece que los distribuidores (al menos aquí, en Argentina) considerasen a los espectadores poco menos que como a estúpidos; ya que en los títulos suelen dar claves de aquello que va a tratar el film cuando, y en esto hay que estar de acuerdo con los muchachos del norte, el título no debe decir nada de la película. Si vamos a ver una película (o un vamos a leer un libro) que se llama «El asesino misterioso» (con permiso de Les Luthiers), ya nos contaron la mitad de la historia.
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Mis lecturas de Faulkner han sido en inglés pero me imagino lo endiabladamente difícil de traducirlo. Y en cuanto a los títulos de películas, los «tituladores» argentinos tienen primos mexicanos porque aquí hacen otro tanto: nada de misterio, nada de creatividad, nada de esfuerzo. Siempre se van a lo más obvio. ¿Se podía esperar otra cosa si lo único que interesa es la venta?
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Supongo que no, es cierto; pero un poco de buen gusto no vendría mal. Hace dos días vi una película. En la portada del DVD decía «Palabras robadas», en el menú de inicio decía «El gran secreto», cuando comienza la película, el título «The Words», estaba impreso en el lomo de un libro. ¡Ya está! ¡Me jodieron el pastel! No hay que ser un genio para saber por dónde va a ir la trama.
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Pienso que una mala traducción de un poema lo invalida y una buena traducción lo puede hacer mejor. Claro que éste tipo de apreciaciones sólo es posible cuando conoces los dos idiomas. Comparto la necesidad de una mala traducción cuando no se conoce el idioma original, y son muchos los que no conocemos.
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Decenas de idiomas que al menos yo ignoro, vs apenas un puñado en el que puedo leer, así que soy muy partidaria de las traducciones (claro, ideal que todas fueran excelentes!).
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Como ex-traductor profesional puedo decir que, a veces -léase casi siempre- los títulos no los «hace» el traductor, sino el departamento de marketing (que unas veces busca el título impactante y otras… bueno, paso palabra…).
Eso sí, el traductor que es torpe, lo es y no tiene excusa.
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Claro, sería injusto asumir que el traductor tiene decisión de peso sobre el título. En este caso, no tengo idea de a quién le «toca» la culpa. Interesante tu visión, con experiencia de primera mano, gracias.
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