Lo que una foto mueve por dentro

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La gente de a pie resulta la cáscara más dolorosa, más mísera y lamentable de una guerra. Niños exiliados o muertos, civiles que pasan a ser un número, mujeres que llevan el alma en la mirada, pueblos arrasados, milicianos que se juegan el nombre tras un fusil. Durante la Guerra Civil Española (1936-1939), tres fotoperiodistas comprometidos con la República captaron ese rostro anónimo: Robert Capa, Gerda Taro y «Chim» (David Seymour) se movieron por el país y reportearon lo vivido tanto en el frente como en las calles y las casas. Sus fotos se publicaron en medios españoles, franceses, alemanes, estadounidenses. Luego, los 4500 negativos de esas imágenes viajaron de Francia a México, donde estuvieron guardados en un armario hasta hace pocos años, sin que su poseedor conociera lo que tenían tres cajas que le había encargado el embajador de México en Francia.

Hoy, la exposición «La maleta mexicana. Redescubrimiento de los negativos de la Guerra Civil Española de Capa, Chim y Taro», en el Antiguo Colegio de San Ildefonso del D.F., saca a la luz el trabajo de estos iniciadores del fotoperiodismo social, cuyas imágenes sacuden con una crudeza inusitada empapada de estética. La muestra expone ampliaciones de las hojas de contacto e impresiones de algunas fotos y, muy interesante, las revistas donde fueron publicadas, lo que permite atisbar en la visión que la época tuvo sobre las mismas. Al principio y al final, dos salas recuerdan el importantísimo apoyo prestado por México a los republicanos, al recibir a miles de ellos en el exilio.

Los tres fotógrafos, los tres reinvenciones de sí mismos desde el nombre hasta la historia, los tres muertos mientras cubrían batallas, los tres amigos (Capa y Taro, además, pareja), los tres «adictos» a la causa de la República, cada uno es distinto en su acercamiento al dolor. Capa se centra en los combates y deja un sabor de inmediatez y Taro es deliciosamente estética incluso al retratar a los muertos, mientras a Chim le interesa, sobre todo, la vida cotidiana. En conjunto dejan la piel un poquito más delgada, más sensible.

La exposición es muy interesante pero lamento que minimice la historia de los negativos, apenas una mención a la pasada cuando debería ahondar en ese viaje fantástico que parece salido de una novela. Salgo recitando este verso de Moreno Villa, poeta exiliado en México: «Porque temo dejar de ser si olvido lo mío». De alguna forma estas miradas, este dolor, también son un poco míos. Lo que puede hacer una foto.

Las cajas de negativos

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Publicado por Julia Santibáñez

Me da por leer y escribir. Con alta frecuencia.

9 comentarios sobre “Lo que una foto mueve por dentro

  1. Supongo que minimizar la historia de los negativos se debe más a la inmediatez que producen las fotografías y a que la muestra «gana» de este modo (me tomo la libertad de considerar que los curadores de la exposición consideraron que a la gente le llamaría más la atención las fotografías en sí; y lo digo solamente por experiencias comunes en este tipo de casos). Tú, acostumbrada a ver un poco más allá y, sobre todo, amante de las historias por su valor intrínseco, te has quedado con ganas de «algo más».
    Meras suposiciones, nomás.
    Cariños.

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    1. No sé si esa falta de atención sea una decisión asumida. Creo, más bien, que el ICP (el International Center of Photography, dueño hoy de los negativos) se centra en la calidad fotográfica de las reproducciones pero no le interesa tanto lo que hay detrás, la «narrativa». En fin, supongo que mi deformación profesional me hace buscar siempre la historia que subyace, como dices… En todo caso, la muestra vale su peso en oro.
      Abrazo

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