Recién llegada del estado de Oaxaca, al sur de México, traigo los ojos llenos de paisajes, el cuerpo impregnado de sabores y olores. Es difícil encontrar palabras para hablar de la riqueza artística y gastronómica de esta tierra, sus tradiciones de siglos, el sincretismo de fuerte sabor indígena (sobre todo zapoteco y mixteco), presencia mestiza y también una creciente población extranjera fascinada por sus aires y su gente. La imagen que más se acerca es la de un tapiz, como éste que intenté hacer porque me parece más justo dejar hablar a las fotos, que espero reflejen en algo la locura deliciosa de pasear por ese suelo. Aquí, la breve explicación del tapiz superior.
Fila superior: collar diseñado por el artista istmeño Francisco Toledo; detalle del mareo barroco de la iglesia de Santo Domingo; marimba nocturna en la plaza central.
Fila media: mujeres vendiendo chapulines en el mercado de la ciudad; vista panorámica del valle de Oaxaca desde la zona arqueológica de Dainzú.
Fila inferior: aretes antiguos del Istmo de Tehuantepec, al sureste del estado; plato oaxaqueño compuesto por guacamole y chapulines fritos, tamal de mole con pollo, mezcal que se bebe acompañado de gajos de naranja y sal de gusano de maguey; doña Josefina, Rosita y doña Hermelinda, tres generaciones de mujeres de Teotitlán del Valle, dedicadas al arte de hilar tapetes de lana.
Y aquí, la del tapiz de abajo.
Fila superior: una de las cientos de cactáceas de la zona; familiares y amigos de un difunto van a visitar su tumba a los nueve días de su muerte, para llevarle flores, brindar y comer «con él»; descomunal muñeca tehuana que anuncia una tienda.
Fila media: tapetes de lana en Teotitlán del Valle; tienda de artesanías donde los molinillos de chocolate vencen la gravedad; cruz hecha con «milagritos» que se le ponen a los santos para agradecer sus favores.
Fila inferior: vista desde San Agustín Etla.