Un escritor de éxito más bien mediocre publica su nueva novela. De pronto, como si todos los críticos se hubieran puesto de acuerdo en alabarla y como si todos los lectores se hubieran puesto de acuerdo en leerla, de la noche a la mañana se convierte en un fenómeno de ventas y él entra en una vorágine de viajes, entrevistas, ferias de libros, entregas de premios, presentaciones.
El huracán demencial lo absorbe y deja de escribir. Después de un tiempo llega a una conclusión tremenda: «Le perdí respeto a la literatura, que era lo único que hasta entonces había dotado de sentido o de una ilusión de sentido a la realidad. […] Quizá dejé de escribir porque estaba demasiado vivo para escribir, demasiado deseoso de apurar el éxito hasta el último aliento, y sólo se puede escribir cuando se escribe como si se estuviera muerto y la escritura fuera el único modo de evocar la vida, el cordón último que todavía nos une a ella» (Javier Cercas, La velocidad de la luz, DeBolsillo). Uf.
Claro, la gente demasiado feliz no suele crear, para qué. El arte (la escritura) cumple un rol cuando hay una carencia o se busca confrontar algo o el mundo es decididamente perfecto. Entonces surge la urgencia de componer un mundo a partir de palabras: una realidad que no existía y ahora existe. A quienes escribimos nos aplica aquello que dijo Martín Caparrós en otro contexto: «Es evidente que sólo viajamos los insatisfechos. Los satisfechos se quedan en su casa gozando de la satisfacción de lo que tienen. Los que viajamos somos los que pensamos que nos falta algo». Pues eso.
Me gustó mucho este libro, además, uno, fantaseando se imagina que es algo autobiográfico tras su éxito con el libro «Soldados de Salamina», el libro que le lanzó su carrera…
Besos.
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Es espléndido! Y sí, en el prólogo el propio Cercas cuenta que tiene un dejo autobiográfico.
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¿No será eso lo que me pasa a mí, che? A ver… No, no es…
Abrazo.
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No coincido con Javier C. ni con Caparrós; en eso de que los felices los satisfechos no necesitan crear, escribir o lo que fuera. Si bien hay mucho de ello; creo que de una vez por todas deberíamos romper con esos estereotipos y empezar a crear a partir de que hay algo que nos gusta hacer, y crear no es sólo crear a nivel artístico; se puede crear en lo cotidiano, preparando una comida, poniendo una mesa, cambiando el recorrido de casa al trabajo. En fin… infinitas posibilidades; pero nos hemos quedado creyendo que si no sufrimos, lloramos, odiamos, enfurecemos, nos sentimos solos, tristes y abandonados, no somos capaces de hacer/crear.
Y la otra cuestión sería preguntarnos sinceramente para qué escribimos, esculpimos, pintamos, etc. ¿para mostrar/nos? ¿para decir aquí estoy Yo y lo que pienso y lo qué creo? ¿por el puro placer del disfrute, del recorrido de esa actividad? ¿porque es lo que amamos hacer? o para ser reconocidos y llevados al éxito, porque ahí sí, mi querida Julia, sucede lo que al personaje de Javier C. (que por cierto me ha picado el bichito lector)
Buen domingo y abrazote!!
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Coincido en que la postura del escritor azotado hace daño. No es a eso (creo) a lo que se refiere Cercas y sin duda no es a lo que me refiero al citar a Caparrós: nadie viaja por dolor, odio o furia. Viajas porque buscad algo distinto a lo que vives a diario, porque quieres una experiencia diferente. En ese sentido sí me parece que se parece a la escritura: la insatisfacción es la que, al menos a mí, me mueve a escribir, sentir que tengo que decir algo sobre la realidad que no ha sido dicho o no de la manera como lo veo.
En fin, querida, bienvenida la discusión en general, y sobre todo de este tema, que me apasiona.
Que el domingo te arrope y descanses…
Abrazos
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