En estos días mi papá cumple 32 años de haberme dejado las manos vacías y, cursi como soy, no deja de punzarme su ausencia. A veces me descubro siendo la adolescente ingenua que le pide al pie de la cama de hospital que por favor no se vaya, la adulta igualmente ingenua que espera que regrese para oírSigue leyendo «Contrastitos y contrastotes»