Tener demasiado padre

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«Es posible que nadie, ni los padres, puedan hacer completamente felices a sus hijos. Lo que sí es cierto y seguro es que los pueden hacer muy infelices. […] Ahora pienso que la única receta para poder soportar lo dura que es la vida al cabo de los años es haber recibido en la infancia mucho amor de los padres. Sin ese amor exagerado que me dio mi papá, yo hubiera sido alguien mucho menos feliz. […] Tuve demasiado padre.» -Héctor Abad Faciolince, El olvido que seremos (Planeta)

Tengo idéntica convicción. Lo hubiera escrito yo, pero lo hizo el autor colombiano. Ahora que me preparo para ir a mi refugio al pie del majestuoso Tepozteco, le pido a Abad que me acompañe en el camino, tenemos mucho de qué hablar. Mientras, el recuerdo de mi papá y de su amor exagerado nos espera allá. Necesito sentarme en sus rodillas, sentir su abrazo hasta quedarme dormida.

Publicado por Julia Santibáñez

Me da por leer y escribir. Con alta frecuencia.

13 comentarios sobre “Tener demasiado padre

  1. intenso, triste, pasional, único…

    durante muchos años fue mi refugio el Tepozteco, digamos que espera el fin de semana para perderme en ese camino que te lleva hasta la cima, después, cuando la tristeza fue más grande, me olvide de los fines de semana y me pasa todo el tiempo en su majestuosidad, como extraños aquellos días

    besos querida, quisiera robarme tu tristeza, pero supongo que eso es imposible, pero sabes bien que quisiera…

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  2. Pues algo de eso debe haber, sin duda. Yo que no he tenido la suerte de vivir al mío (No perdono a la muerte enamorada/ no perdono a la vida desatenta/ no perdono a la tierra ni a la nada/) y le robo descaradamente palabras a Miguel Hernández que siempre sentí mías. Será por eso que mucho de lo que escribo ronda el tema de la paternidad (desde uno y otro punto de vista); será por eso, también, que tanto me cuesta terminar un escrito.

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    1. Qué interesante: esos mismos versos de la Elegía se los he robado muchas veces a Hernández con respecto de mi padre, que se fue cuando yo acababa de cumplir 17. Su fuerza los hace personalísimos y, sin embargo, universales…

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      1. No deja de maravillarme la cantidad de lazos que tenemos en común. Yo hacía (y lo sigo haciendo, cada tanto) lo mismo con el poema de Hernández, con todo él para ser exacto, aunque esos versos me suenan desgarradores. Lo mismo que el final, el cual lo siento de una manera especialmente íntima :»A las aladas almas de las rosas/ del almendro de nata te requiero,/ que tenemos que hablar de muchas cosas, /
        compañero del alma, compañero.»
        Mi padre murió cuando yo tenía siete años, además estaba separado de mi madre, así que tengo muy poquitos recuerdos de él, aunque aun hoy, pisando los cincuenta años, siento su ausencia.

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