A estas horas del viernes, con el sol en las espaldas y una sonrisa que desborda el cuerpo, me apetece beber algo exquisito, capaz de acendrar el buen sabor que tengo. Entonces recuerdo esto leído hace unos días: una tarde, en presencia de Fernando Savater, Borges pidió una copa de «algo breve y contundente». Lo cuenta el filósofo en su reciente libro Lugares con genio (Mondadori). Suena como al mezcal que necesito justo ahorita.