Hace años, no sé cuántos, anoté este poema del gran Guillevic al reverso de una tarjeta de presentación de alguien-que-hoy-no-sé-quién-es. Ahora, mientras busco en el tarjetero un teléfono, lo leo y me deslumbra de nuevo. Con razón lo copié, con razón conservo la tarjeta. No tengo idea quién lo tradujo ni cómo se llama el texto. Supongo que pertenecerá a Arte poética, antología del poeta francés sobre la creación. Me alegra la mañana compartir algo tan bello:
«No sueñes en el mármol/
para tu poema/
Ni en nada tan duro/
a la par que tan frío./
Tendrás que soñar más bien en un haz/
de hierbas, de hojas, de pétalos/
en un gran ramillete/
en el que uno podría acurrucarse/
y no tener ya/
que mirar a otra parte/
pues todo estaría ahí».
-Eugène Guillevic
imagino el tamaño de la tarde, pues el poema es grande, grande….
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Verdad? Es delicioso!
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Gracias, danioska, por inspirarme. Tras leer a Guillevic a través de tu post me has arrancado un pequeño poema del alma que, por ello, te dedico. Puedes verlo en mi blog.
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Fantástico: me da mucho gusto que te moviera a escribir. Los poemas funcionan como vasos comunicantes que nos alimentan a todos, y uno tan bueno como el de Guillevic es iluminador. Qué gusto y muchas gracias!
Saludos
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No dudes que tu hiciste también de fuerza catalizadora. Por ello gracias a Guillevic, ¡pero tambien a ti!
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Un abrazo
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Razón de más para escribir día a día y sentir que nunca hemos llegado a destino. Cuando estemos convencidos de que alguna palabra nuestra (por no decir algún verso, lo cual sería demasiado) sea merecedor del mármol, mejor sería dejar la pluma para siempre y dedicarnos a cualquier otra cosa.
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Tienes el teclado lleno de razón, en ese momento seguramente serán muy merecedoras del polvo
Enviado desde mi iPhone
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