Estoy leyendo Ánima, la nueva novela del autor libanés-canadiense Wajdi Mouawad (publicada por Ediciones Destino). Es lo primero suyo que leo, pero recientemente vi en teatro su obra Incendios y el texto me pareció hermoso, así que cuando me enteré de que estrenaba novela la puse en la lista de prioridades.
Es tremenda, desgarradora pero con pasajes sublimes, como éste, puesto en boca de un mono: «Los humanos están solos. A pesar de la lluvia, a pesar de los animales, y de los ríos y de los árboles y del cielo, a pesar del fuego. Los humanos se quedan en el umbral. Han recibido el don de la verticalidad y, sin embargo, se pasan la vida encorvados por un peso invisible. Algo los aplasta. Llueve: y se ponen a correr. Esperan la llegada de los dioses, pero no ven los ojos de las bestias que los miran. No oyen cómo los escucha nuestro silencio».
Me quedo rumiando esas líneas: ojalá pudiera oír cómo me escucha el silencio de los animales. Y el de quienes me rodean. Seguramente no sería halagador, pero aprendería un montón.
Tremendo por real, y precioso por su forma de exponerlo, el párrafo del autor que aquí nos presentas.
un saludo
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Un abrazo y gracias por pasar por aquí.
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Amo el silencio y sus reverberaciones. Amo lo que me dice la naturaleza cuando dejo de estar en mi cabeza y logro prestarle oídos.
Quizá porque nos hemos desconectado tanto de la vida toda, es que andamos encorvados.
Abrazote
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Sí, como dice el pasaje, con todo ese peso.
Un abrazo fuerte (desde el silencio)
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