«Levántale el plato a tu hermano». Nunca dijiste lo contrario. No. No ordenaste que él levantara el mío. Aquella loza con restos de pollo y espinaca era como una casa, igual de inabarcable y de grosera. Una mansión maciza contra mí. No sé cuántas veces te oí decirlo, cómo aprendiste a verSigue leyendo «DE CUANDO ESTÁS EN LA OTRA ORILLA»