«No se escribe para enseñar. Se escribe para aprender», dice Rosa Montero en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Todo un tratado en dos líneas. Me doy cuenta que lo sabía, sin saberlo, como seguramente le pasa a todo el que escribe por necesidá.


Tengo por costumbre escribir un comentario de cada libro que leo, entre otras cosas que uno va escribiendo aquí y allá. Al principio lo hice sin ningún fin en particular, pero luego me di cuenta de que el acto de escribir «sacaba» de mí cosas que de las que no había sido consciente durante la lectura o al finalizarla. Para mí esa fue una prueba palpable de que el acto de escribir implicaba un conocimiento de mí mismo mayor y más profundo y, además, me enseñó a leer de mejor manera. Lo mismo me sucede a menudo con la escritura de los diarios (los cuales tengo abandonados desde hace un tiempo)
Cuando se escribe, se aprende, sin duda alguna.
Cariños.
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Me pasa lo mismo, y no sólo con lo que escribo fruto de lecturas. También, como dices, con los diarios, la poesía, las cartas y, prácticamente, con todo. La escritura implica echarse un clavado en las propias entretelas y eso necesariamente implica entrar en contacto con sentimientos, emociones, contradicciones, dolores. Me parece que ésa es la motivación más «sana» para escribir, no los falsos espejismos de buscar fama, reconocimiento o dinero (ingenuos!).
Abrazo fuerte
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