Los biógrafos de artistas encumbrados suelen construir una imagen sublime de las últimas palabras de aquellos, por ejemplo, el «¡Más luz!» de Goethe o el «Dios ayude a mi pobre alma», atribuido a Allan Poe. Inconforme con esas versiones oficiales, Johannes Richter se dedicó a desmitificar esas imágenes grabadas en mármol. «Detractor de los aforismos de último minuto», desentrañó las estampas torpes o espontáneas de muertos célebres, como el «¡Mierda!» que dicen que dijo Walt Whitman. Así ofreció una imagen más prosaica (y humana) de los iconos del arte, aunque hoy nadie lo recuerda.
Envidio a Richter y su oficio apasionante. ¿Que si existió? Qué más da. Luigi Amara lo trae a la vida en este experimento sobre seres estrambóticos que cuestionaron la uniformidad y a partir de aficiones descabelladas fueron considerados «raros». Los disidentes del universo (Sexto Piso) es un compendio de ensayos irrepetibles que presenta las motivaciones del esposo de mujeres lobo, del poeta que literalmente se alimentaba de libros, de un hacedor de colas y del eunuco más sexualmente activo, entre otros. De intención lúdica y crítica, me deja pensando en la necesidad social de seres tales, que desestabilizan el mundo al iluminarlo desde otro ángulo: el del desafío a la norma. Al desdoblar algunas de las muchas opciones fuera del sistema, el volumen deja un sabor a menta al recordar que sí, que la verdadera heterodoxia es posible.
Cómo se agradece un libro así.


Me encantan los «raros», los que se atreven a salirse de la perfección predeterminada para atreverse a conseguir su propio espacio. Gracias por la recomendación.
Abrazos y buen inicio de semana 🙂
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Son atractivísimos, por supuesto. Los «locos» hacen lo que todos quisiéramos a ratos: se burlan de todo y todos, rompen con las expectativas de familia, amigos y sociedad, se lanzan a su propia aventura, bajo sus propias reglas. Cómo no envidiarlos.
Abrazo
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En el mundo habría más raros si no hubiera tantos padres diciendo cosas como «portate bien» o «siéntate derecho» o «eso no se dice».
Me parece. Al menos eso es lo que me enseñó mi mamá.
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Tienes razón: por «integrarlos al mundo», los padres muchas veces hacemos que los chicos entren en la norma y así les cortamos las alas. Ups.
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Entonces… ¿Por qué el mundo necesita a los raros?
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Porque expanden las posibilidades humanas, porque me devuelven la confianza en que no todo está escrito, porque riegan el mundo de frescura…
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Totalmente de acuerdo, los libros que «desintoxican» son escasos y por eso más apreciados. Saludos.
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Ese tipo de hallazgos me emociona mucho.
Saludos
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Diversidad de opiniones para todo, lo bueno sería poder hacer y decir cada cual con su conciencia pero todos con una conciencia colectiva. Me encantó, un fortísimo abrazo
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Otro de regreso…
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Reblogueó esto en Cultureando en Barinas.
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