La triste felicidad de terminar un libro de Fresán

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«El final de un libro es como un suspiro. Por eso Forma suspira cada vez que termina un libro. Llegar a la última página produce una suerte de triste felicidad. Felicidad por saberlo todo sobre una historia y por sentirse capaz de creer en personajes con una intensidad con la que nunca se creerá en las personas. Tristeza porque la historia no sigue. Entonces sólo queda volver a empezar. Forma recorre los estantes. Elige. Evalúa el cálido y confortable peso del artefacto en sus manos. Y —cuando sus ojos comienzan a correr por la primera página— no puede evitar la sensación de sentirse en terreno conocido». -Rodrigo Fresán, Trabajos manuales (Planeta Biblioteca del Sur).

Más allá del coincidir con el fragmento estoy alucinando con este volumen, que el argentino Fresán publicó en 1994. Subyugada por el riesgo atinado de sus Jardines de Kensington, aunque no satisfecha con sus Vidas de santos, hace meses busqué todo lo que hubiera de él entre libros de viejo del Parque Rivadavia, en Buenos Aires (quería Historia argentina, su primer título). Sólo encontré éste. Difícil de definir, es una suerte de compendio de textos que van a caballo entre el relato y el ensayo. De lo mejor que he leído este año, arriesgado en fondo y forma, me obliga a volver las páginas para saborearlas de nuevo, como el niño que relame el papel que envolvía su chocolate. Es de los libros que me dejará particularmente triste y feliz cuando lo termine, momento que estoy posponiendo hasta el ridículo.

Publicado por Julia Santibáñez

Me da por leer y escribir. Con alta frecuencia.

15 comentarios sobre “La triste felicidad de terminar un libro de Fresán

  1. Me recordaste a mi hija pequeña comiendo un helado, siempre está pendiente de cuánto helado le queda 🙂 se lo come despacito sólo para que le dure más que a su hermana, curioso porque la hermana jamás se lo acaba y tiene que ir el padre a engullirlo de un bocado.

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    1. Así mismito estoy, leyendo despaciiiiito para que no se acabe y cuando ya avancé algo entonces regreso de nuevo. Ya ves, seguro me pasará también que me pondré a llorar cuando se termine mi helado.
      Abrazo

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  2. yo creo, que cuando terminas un libro, se puede sentir una extraña sensación, porque en ese mismo instante, ese libro ya no es tuyo, sino que les pertenece a tus potenciales lectores… hace más de 10 años que comencé a escribir uno, retomando la tarea de tanto en tanto, pero de esta forma, es similar a lo que le pasaba a Penélope… de todos modos, sé que nunca se publicará, aunque lo compartiré con mis amistades.
    Un beso

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    1. Claro, cuando tú eres el autor sin duda el libro pertenece también (prioritariamente?) a los demás. Y cuando terminas de leer un libro del que no eres autor, se vuelve un poco tuyo, que es a lo que se refiere la cita.
      Gracias por tu comentario, amplía la discusión.
      Saludos…

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  3. Trabajos manuales figura entre los pocos libros que he abandonado luego de leer unas pocas páginas; pero eso ocurrió hace muchos años; tal vez no estaba maduro aun para él (cosa que suele ocurrir a menudo a cualquier lector). El párrafo que transcribiste es muy bueno y uno no puede menos que sentirse identificado con ese «Forma» unisex del que habla Fresán. Tal vez sea tiempo de darle otra oportunidad (aun cuando abandone un libro, es difícil que me deshaga de él; así que por algún lado debe andar, esperando que éste lector crezca, o no).
    Otro abrazo.

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    1. Me interesará mucho tu nueva lectura, si te apetece hacerla. A mí me está pareciendo de veras genial. Y sí, me ha pasado que las relecturas me revelan completamente otro libro. En fin, ya me contarás.
      Abrazote

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    1. Fresán es desmedidamente bueno y «La forma de la mano» me encantó, de hecho, me apeteció escribir un relato sobre un mundo en el que Dios sea zurdo y mande al infierno (que estaría a la derecha) a quienes intentaran violentar la normalidad izquierdosa.
      No conozco La velocidad de las cosas, cuéntame qué te parece.
      Abrazo

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      1. Catorce relatos entramados, algo de esto cuenta «La velocidad de las cosas», en una edición de bolsillo que encontré de casualidad. Recién lo empiezo, habrá un panorama más claro cuando lo termine. La primera edición de este libro es de 1998. Disculpas que mi comentario anterior salió como anónimo, no termino de adaptarme de todo a WordPress. Abrazo

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  4. No he leído nada de Fresán, tendré que investigar. y van… no me va alcanzar la vida. no me va alcanzar y con tantas cosas, que además de leer, uno tiene que hacer jajjajja
    cariños

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    1. «La vida es corta. Los libros son demasiados». Es así de crudo, ni hablar. Hace tiempo leí una entrevista con algún escritor (por desgracia no recuerdo quién) en la que decía que lo que más le angustiaba de pensar en la muerte era la cantidad de libros nuevos que ya no podría leer…
      Un abrazo solidario

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