
Nos entendemos bien. Acostumbramos mirarnos de frente, quedarnos calladas pero en paz, conversar un poco y retomar el silencio. Y es que me siento cómoda a solas. Desde que recuerdo soy incapaz de funcionar sin esos ratos de aislamiento, en los que escribo y/o leo. Lo que no tengo claro es si primero fui solitaria y en consecuencia tomé la pluma o si cuando empecé a escribir, a los ocho años, me aficioné a estar conmigo misma.
Para justificar esa singularidad me viene bien esto de Susan Sontag. Entrevistada por The Paris Review en 1995, explica así la rareza de quien escribe: «Writing is a life—a very peculiar one […] Writing requires huge amounts of solitude. What I’ve done to soften the harshness of that choice is that I don’t write all the time. I like to go out—which includes traveling; I can’t write when I travel. I like to talk. I like to listen. I like to look and to watch […]». (Traducción mía: Escribir es una vida —una muy particular […] Escribir requiere una enorme dosis de soledad. Lo que he hecho para suavizar la rudeza de esa opción es que no escribo todo el tiempo. Me gusta salir —lo que incluye viajar; no puedo escribir mientras viajo. Me gusta conversar. Me gusta escuchar. Me gusta mirar y observar […]»).
En lo personal, hace años entendí que para el acto de escribir necesito tiempo a solas pero para alimentar tanto mi vida como la escritura que deriva de ella requiero espacios en compañía, de conversación, de abrazos, de risa. Una sola de las esferas no me deja satisfecha, las vivo como vasos que se enriquecen. Creo que llegué a la misma conclusión que la enorme Sontag (y eso es decir mucho).
Reblogueó esto en Cultureando en Barinas.
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Gracias siempre, abrazo!
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¡Hola de nuevo!
La escritura es ese diálogo que sostenemos con ese otro yo. No hay otra forma de conversar con aquél si no estamos cobijados por la soledad.
¡Saludos!
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En efecto, ese cobijo de la soledad es necesario para crear, ese diálogo con nuestro otro rostro, a vces desconocido e inaccesible si no es a través del arte (por eso a veces da miedo).
Abrazo
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Creo que a los ocho años no te dabas cuenta de lo que era la soledad, pero de alguna manera te sentías atraída por ella. Pero esa soledad que gratifica, la que define muy bien el párrafo de Susan Sontag.
Besos
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Me daba cuenta de lo que era la soledad, créeme que dolorosamente lo aprendí a esa edad, pero pronto la viví como gratificante y se volvió mi compañera.
Abrazo y gracias por pasar
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La soledad, siempre y cuando sea escogida es positiva y hasta necesaria. Supongo que lo ideal es encontrar el punto justo entre esos necesarios momentos de aislamiento y el tiempo dedicado a familia, amigos, etc.
Un abrazo grande.
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Es justo el reto, querida Redal, encontrar el balance que permita vivir plenamente. Suena fácil pero es endemoniadamente difícil de lograr, solemos tender a uno de los extremos, pero ese justo medio resuta muy satisfactorio (eso dicen, je).
Abrazote
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Nuestra soledad, Julia, es la que dentro de las actividades creativas, la que más cala. Escribir a solas te puede volver loco, pero escribir acompañado nunca resultará.
Hay que vivir acompañados y escribir como solos.
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Lo resumes muy bien: vivir acompañados y escribir solos me parece una propuesta atinada, a la que me uno.
Saludos
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Empiezo por el final: «Creo que llegué a la misma conclusión que la enorme Sontag (y eso es decir mucho).» No veo por qué. Muchas veces he visto que muchas de las cosas que pensamos, planeamos o escribimos luego las encontramos en otros autores de tiempo atrás e, incluso, encontramos casos en que esos autores las llevaron a cabo después de que se nos hubieran ocurrido a nosotros. No sé si les damos a ellos un carácter demasiado mítico (y por el cielo, que no se entienda esto como que estoy minimizando a Susan Sontag; bien sabes que la quiero y admiro tanto como tú); o tal vez sea que nos miramos a nosotros mismos como personas incapaces de llegar a esas alturas cuando sí podemos hacerlo. En tu caso estoy seguro de ello; en el mío, creo que una o dos veces he sentido eso.
Tal vez, también, esa soledad no sea absoluta; pues como dijo Paul Auster: «La literatura es, esencialmente, soledad. Se escribe en soledad, se lee en soledad y, pese a todo, el acto de la lectura permite una comunicación entre dos seres humanos».
Cariños.
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Tienes razón, querido, en efecto le damos (le doy) un carácter casi sobrehumano a quienes admiramos, pero me gusta cómo subrayas la cercanía con ellos en tanto hay seres humanos de uno y de otro lado del espejo. Lo que pasa es que me da gran prurito «ponerme con Sansón a las patadas», como dice un dicho mexicano, es decir, ponerme a nivel de un gigante como Sontag.
Y la cita de Auster es hermosa: sí, detrás de esas dos soledades, la de quien escribe y la de quien lee, hay dos seres en busca de comunicación. Qué manera tan conmovedora de expresar el deseo y la necesidad de conectar con otro, ufff. Me pone los ojitos húmedos, no sé…
Gracias, abrazo entrañable
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escribir nos dota de algo especial, ese lugar al que muchos tiene miedo y nos hace tener sueños, estar orgullosos, escribir es crear vidas y es un acto tan celoso que de no hacerlo en soledad esas vidas creadas estarían contaminadas, leer es casi lo mismo, con la salvedad que se tiene un dialogo intenso con los personajes o las situaciones que alguien más a creado en su soledad
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Como señalas, Carlos, escribir a veces nos da miedo porque nos expone, nos muestra desnudos en toda nuestra vulnerabilidad (que suele ser grande en quienes tenemos el vicio de vaciarnos en palabras), pero a cambio ofrece esa gratificación que resumes como «crear vidas». Al final del día la ecuación vale la pena.
Abrazo
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Mi proceso creativo se ve reflejado en tus palabras, y en las de Sontag, como si fuera un espejo. Silencio y recogimiento. Actividad y experiencias.
Un abrazo
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