«Como un depredador entraste en casa,/ rompiste los cristales,/ a piedra destruiste los espejos,/ pisaste el fuego que yo había encendido.// Y sin embargo, el fuego sigue ardiendo./ Un cristal me refleja dividida./ Por mi ventana rota aún te veo./ (Con tu cota y tu escudo me miras desde lejos).// Y yo, mujer de paz,/ amo la guerra en ti, tu voz de espadas,/ y conozco de heridas y de muerte,/ derrotas y saqueos.// En mi hogar devastado se hizo trizas el día,/ pero en mi eterna noche aún arde el fuego.» -Piedad Bonnet, «Saqueo», Círculo y ceniza.
Eso de «amo la guerra en ti, tu voz de espadas» resume buena parte de la historia amorosa humana (y de la mía, por supuesto). Y sí, también el fuego arde.


Reblogueó esto en El blog de Alejandro.
Me gustaMe gusta
Acabo de notar algo obvio: tu blog como una antología. Volver a él y encontrar en una relectura un nuevo sentido. Por la razón que fuese, somos (el poema y yo) como el río de Heráclito. ¿Quién fue el que cambió? No lo sé y tampoco importa. Hoy, ahora, he leído este poema por primera vez.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Supongo que la respuesta certera es «ambos cambiaron». No sé, pero funciona.
Me gustaLe gusta a 1 persona