Había dicho que escribiría una segunda entrega del post original Memorables comienzos de libros (ver entrada del 9 de diciembre de 2012). En aquel caso consigné mis inicios favoritos de novelas escritas en lengua extranjera; en éste, cito las primeras palabras de libros escritos en español. La idea es consignar esas frases iniciales que prometen un gran texto y cumplen con la expectativa (o la rebasan): en un par de líneas crean un mundo en el que en su momento no pude evitar introducirme, para después de muchas páginas salir sin ganas de hacerlo, tan feliz estaba ahí dentro. Aquí está:
«Empieza con un niño que nunca fue adulto y termina con un adulto que nunca fue niño. Algo así. O mejor: empieza con un suicidio adulto y una muerte infantil, y termina con una muerte infantil y un suicidio adulto. O con varias muertes y varios suicidios de edades variables. No estoy seguro. No importa». (Rodrigo Fresán, Jardines de Kensington)
«Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne; supongo que el proceso está en el recuerdo de todos y que no se necesitan mayores explicaciones sobre mi persona. Aunque ni el diablo sabe qué es lo que ha de recordar la gente, ni por qué». (Ernesto Sábato, El túnel)
«De lo poco que aprendo en la madraza, fundada por mi antecesor Yusuf I, y de los encanecidos maestros, fríos y desdeñosos con los jóvenes, una sola cosa es la base de todas las demás: no somos libres. Nuestro destino se nos adjudica al nacer […] Yo de mí puedo jurar que jamás he elegido. Sólo lo secundario o lo accesorio: una comida, un color, la manera de pasar una tarde. La libertad no existe». (Antonio Gala, El manuscrito carmesí)
«Se enamoró. De un hombre con mal tono muscular y bolsas debajo de los ojos. No pudo evitarlo. Uno no puede evitar esas cosas, aunque lo intente. No lo intentó tampoco. Pero en días como ése le gustaba pensar en lo que habría pasado de hacerlo». (Rosa Beltrán, Alta infidelidad)
«Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos la cera y destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la muerte». (Camilo José Cela, La familia de Pascual Duarte)
«Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo». (Gabriel García Márquez, Cien años de soledad)
«La pequeña plaza de piedra parecía flotar en la reverberación del mediodía ardiente cuando el Cristo de Elqui, de rodillas en el suelo, el rostro alzado hacia lo alto —las crenchas de su pelo negreando bajo el sol atacameño—, se sintió caer en un estado de éxtasis. No era para menos: acababa de resucitar a un muerto». (Hernán Rivera Letelier, El arte de la resurrección)
«Jacqueline Cascorro, la protagonista de este relato, conoció durante buena parte de su vida las experiencias conyugales de rutina: arrebatos, riñas, infidelidades, crisis y reconciliaciones. Todo cambió en un instante, cuando al quebrar con sus manos una pata de cangrejo y oír descorchar a sus espaldas una botella de champaña se dejó poseer por un pensamiento que la visitaría de manera intermitente, convirtiéndola, y ya para siempre, en una mujer de muy malas ideas». (Sergio Pitol, La vida conyugal)
«Ese año pasaron muchas cosas en este país. Entre otras, Andrés y yo nos casamos. Lo conocí en un café de los portales. En qué otra parte iba a ser si en Puebla todo pasaba en los portales: desde los noviazgos hasta los asesinatos, como si no hubiera otro lugar. Entonces él tenía más de treinta años y yo menos de quince». (Ángeles Mastretta, Arráncame la vida)
«La violación comienza con la mirada. Cualquiera que se haya asomado al pozo de sus deseos, lo sabe. Como contemplar esas fotografías de muñecas torturadas, apretadas cual carne floreciente, aprisionada y dispuesta para la mirada del hombre que acecha desde la sombra». (Ana Clavel, Las Violetas son flores del deseo)
«Nadie piensa nunca que pueda ir a encontrarse con una muerta entre los brazos y que ya no verá más su rostro cuyo nombre recuerda. Nadie piensa nunca que nadie vaya a morir en el momento más inadecuado a pesar de que eso sucede todo el tiempo, y creemos que nadie que no esté previsto habrá de morir junto a nosotros». (Javier Marías, Mañana en la batalla piensa en mí)
Creo que Cien años de soledad debe parte de su misticismo a las frases de su principio y a las palabras de su final.
«…las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra.»
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Tienes razón, esas últimas palabras son demoledoras. Habrá que pensar en escribir algo sobre las frases finales de libros favoritos…
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Por el momento las primeras frases me han estimulado mucho a seguir leyendo aquellos libros o autores que no conocía! Un gran trabajo Daniooska!!! Felicitaciones !!!!
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Qué alegría lo que comentas, muchas gracias! Me encanta dar a conocer autores que me parecen fundamentales, me produce mucho placer. Un abrazo grande
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Se me adelantó «modernez» al escribir la última frase de 100 años. Es de los pocos libros que si los empiezas por el final te enganchan a seguir leyendo hacia atrás. Otra que es de las mejores es «el primero esta amarrado a un árbol, al último se lo están comiendo las hormigas»
Ahora, gracias a ti, ya tengo marcado mi calendario de lectura para los próximos meses.
Saludos
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Sin duda, el buen Gabo da para muchas grandes citas.
Qué bien que te interesaron algunos de los autores que comento, me da mucho gusto. Ahí me cuentas qué te parecen!!
Saludos
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No comenté esta entrada porque quise llegar a casa. No es que tenga mi biblioteca aquí, pero algunas cosas ya he ido juntando y recordaba un comienzo que creo digno de sumarse a la lista.
«Voy a fumarme las cartas», he resuelto esta mañana, sentado en el patio con el atado vacío entre los dedos y los ojos de Isabel en la conciencia, rogando que no se entere pues pensaría que ni aun por ella soy capaz de resistir un vicio.»
Eduardo Belgrano Rawson. No se turbe vuestro corazón.
También sumaría el principio de Corazón tan blanco, de Javier Marías.
Y seguro que algún otro, pero a esta hora la mitad de mi cerebro ya está durmiendo. Los que incluiste fueron –todos– impecables. Es muy buena la idea de hacer una lista con los finales, aunque no es tan sencilla de realizar. Si se me ocurre alguno te lo enviaré por mail para que los vayas guardando. Si es que lo consideras apto, por supuesto.
Cariños.
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Grande tu aportación. Con cierto sonrojo confieso que no sólo no he leído a Belgrano (por el apellido, seguro es argentino!) sino que ni siquiera lo había oído nombrar. Ya tengo otro título en mi lista de pendientes de lectura.
Y en cuanto a los finales, también me parece una gran idea. Vamos armando la lista entre todos!
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No hay por qué sonrojarse, la cantidad de autores que desconocemos es, inevitablemente, mayor que la que conocemos. Belgrano Rawson sí, es argentino y está muy bien considerado, aunque no es un autor masivo.
Lo de la lista de finales, bueno, ayudaré en lo posible, pero tengo amputada la memoria física. (buhh…).
Cariños.
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