Aunque no lo parezca, esta voz tiene sustancia: viene de imbecillis, palabra latina formada por el prefijo privativo in y el sustantivo baculum, ‘bastón’, con lo que literalmente significa ‘sin bastón’.
En sus orígenes significaba ‘frágil, débil, vulnerable, enfermizo, sin carácter’, según señala Ricardo Soca en su delicioso libro La fascinante historia de las palabras (interZona Editora). La primera vez que aparece documentada en español es en 1524. Hasta 1820 se introdujo el significado moderno, que el DRAE hoy consigna como ‘alelado, escaso de razón’ y en Ética para Amador (Ariel), Fernando Savater desglosa como ‘el que cojea del ánimo’. Por cierto que al arranque de ese mismo capítulo 6, Savater describe cinco tipos de imbéciles. Ahora entiendo por qué hay tantos por ahí.
Y además tiene una sonoridad bien buena, es de los improperios preferidos de quien suscribe 😀
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Jaja, a mí también me gusta mucho!
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Pos ya somos tres. Muy buena entrada. Líder, ayer por la noche la tuya no me dejó comentaL.
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Pues en spam no estabas, ni estaba puesto el filtro de «o me cargas de halagos o no sales» 😀
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Dess, dime dónde se pone ese filtro!
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Querida, es un filtro especial que usamos los buenos para nada, quienes tenéis dotes para la escritura no necesitais esas cosas 🙂
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Para, para, para, que varios días me vendría muy bien un botón así…
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Hace un mes o poco más le regalé Ética para Amador a mi niña (la que ya tiene quince años, dios, y me cuesta dejar de llamarla así: niña). Como es el primer texto de filosofía que lee lo lleva despacito, alternándolo con alguna novela. Aunque es un texto sencillo, creo que para ser iniciado en el tema de la filosofía está muy bien.
Por cierto, que tendré que releer el principio de ese capítulo para refrescar la nómina.
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Hace varios meses hice lo propio con mi personaja (ya cumplió 16) pero no acaba de antojársele leer a Savater. No quiero insistir demasiado, espero que un día le pique la curiosidad. Ya te contaré cuando suceda (if and when, dirían los angloparlantes).
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Pues lo que suelo hacer en mi caso (y mantengámoslo en secreto) es leer lo mismo que ella y hacer comentarios «como al pasar». Por ejemplo, el de Savater es ideal para hacer comparaciones con la realidad. Puede ser un hecho que pasen en el noticiero o alguna cuestión de la vida real; entonces le digo «¿Te fijaste? Eso es lo que dice Savater en Ética…» Si me dice que no lo leyó o no lo recuerda, le leo un breve –cuanto más breve mejor– párrafo, dejo el libro a un lado, y sigo con el comentario. Tarde o temprano le pica la curiosidad y allí lo toman.
Ahora estoy leyendo un par de novelas para adolescentes (bastante bien escritas) de Pablo De Santis. En este caso hago algo parecido. Le comento qué me gustó o le explico algo que sé que ella seguro no entendió, etc. Como para que vea que mediante los libros también podemos tener algo en común.
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Gran idea, la aplicaré y te contaré cómo me va. Hasta ahora le he platicado un poco de qué va Ética… pero creo que tu idea es más inteligente (faltaba más).
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