El náufrago por excelencia, el solo entre los solos, un día se plantea preguntas cardinales como éstas en el nuevo poemario de Francisco Hernández, La isla de las breves ausencias (Almadía):
«Anoto en el obelisco con un pedazo de tiza:
‘¿Vale la pena seguir viviendo si no puedo escribir?
¿Vale la pena seguir escribiendo si no puedo vivir?'»
Yo, desde mi soledad acompañada, quisiera saber qué se contestó.
palabras a flor de piel 
Me encantan tus post.
¡Saludos!
🙂
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Gracias por pasar (y por alimentar el enclenque ego).
Saludos…
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¿Sabes querida?, el poder de la literatura, en realidad Robinson Crusoe parece estar basado en la figura de un pirata abandonado a su suerte en una isla desierta, lo más probable es que el verdadero Robinson ni siquiera supiera leer 🙂
Pero mira para todo lo que dio, hasta para poemas, besotes ojito mío.
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Sí, por supuesto, querido. El poeta imagina a Crusoe como un poeta, es decir, se imagina qué hubiera pasado si Crusoe escribiera, si para acompañar su soledad se volcara en palabras. Al final es un juego de la imaginación pero fructífero, eso sí.
Abrazo grande, grande
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¡Uf! Muy difícil de contestar…, un saludo.
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Esas preguntas son punzantes como estiletes. Creo que nos va la vida en su respuesta.
Por lo pronto, abrazo.
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Sí, se clavan hondo y llegan al hueso.
Por lo pronto, gracias.
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Hace unos días comentando con un señor chileno, me decía que la isla de R.C. es Juan Fernández, isla chilena situada a unos miles de Km. de su costa. Lo mismo que en su día fueron Taj Mahal, Machu Pichu, Titicaca o San Marcos, entre otros lugares, confío en poder llegar a experimentar esa tierra en mis pies.
Abrazo Danioska.
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Qué buen dato, gracias. Si llegas un día, que no te sorprenda si de pronto somos dos habitantes.
Abrazote
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Yo digo (escribí «diría», pero lo cambié; el condicional me pareció más débil), como respuesta, que sí a ambas preguntas. Y un sí rotundo y que no deja lugar a dudas. Las razones me parecen obvias, así que paso a la siguiente entrada.
Cariños grandotes.
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