Conversé con el escritor argentino sobre su más reciente novela, La parte inventada, en la que a puro estilo literario se planta de cara a las modas (y los medios).
Navega a contracorriente, como todo lo que hace Fresán. Demandante, de estructura fragmentada y lenguaje torrencial, La parte inventada rebasa las 600 páginas sobre un tema difícil: la mente de un escritor, la vocación literaria. Pero al mismo tiempo derrocha estilo, igual que el trapecista que hace piruetas descabelladas y cae en el banquito al redoble del tambor, como si nada. Así. Ambiciosa en esta época de literatura light, trata sobre un autor, rabiosamente antielectrónico, que tuvo éxito en el pasado pero ya no puede escribir.
Estamos en la Feria del Libro de Guadalajara. Mientras saludo a Martín Caparrós, su amigo y también argentino, aparece Fresán. Es altísimo. Trae un libro en la mano: Galápagos, de Kurt Vonnegut. «Lo estoy releyendo. No tenía esta edición», dice. Le pregunto qué leyó en el vuelo desde su casa en Barcelona. Contesta que en los viajes sólo relee, no le gusta empezar algo en el avión y terminarlo en casa. Entonces carga libros que casi sabe de memoria, para interrumpirlos sin problema. «Ahora traje los cuentos de Salinger y Música para camaleones, de Truman Capote, uno de los libros más estremecedores que hay». Nos sentamos a platicar.
LEER Y ESCRIBIR TANTO… EN TWITTER. La parte inventada destroza las redes sociales, pero es una postura exagerada. Aunque no la comparto, sí creo que contribuyen a destruir narradores. El momento top de mi infancia eran las vacaciones: tres meses de no ver a tus amigos y luego contarles lo que habías hecho, volverlo fascinante. Ahora, en 140 caracteres todos saben a dónde fuiste. Me irrita que se lea y escriba tanto y que el resultado sea eso. Tuitear El Quijote no lo entiendo como vanguardia. En cuanto a la lectura, el gesto vanguardista insuperable es que unos caracteres negros se te metan por los ojos. ¿Qué más?
DEFENDER LA SOLEDAD. Mi literatura es retaguardista, se ocupa de la retaguardia de las cosas. La vanguardia de este oficio son ferias, festivales, premios, pero a mí me preocupa el momento de la escritura: ahí se libra la verdadera batalla. Uno se hace escritor porque le gusta estar solo, es una de las pocas formas legítimas de defender la soledad. Hasta el siglo XIX era algo noble. Hoy, si dices: «Quiero estar solo», todos se preocupan, pero si dices «Quiero estar solo porque tengo que escribir» todavía te lo dejan pasar.
SIGUIENTES 14 PORTADAS. La novela tenía siete partes inconexas y no encontraba cómo unirlas, estaba bloqueado. Un día, llevando a mi hijo al colegio pasamos por una tienda en cuyo aparador había un muñequito de cuerda. Mi hijo lo vio y dijo: «Es la portada de tu libro, el protagonista». Lo compramos y de vuelta en casa encontré que era la solución: terminó de unir el libro. De hecho, la portada lleva el crédito de mi hijo y él cobró lo correspondiente. Ahora, claro, ya tiene las de mis próximos 14 libros.
DISFRUTAR SIN INTERFERENCIAS. Los odontólogos y los panaderos se desconectan al llegar a casa, pero el escritor no, porque todo es escribible, literalizable. Nabokov decía que la realidad no es más que información más especialización: hay una realidad neutral que habitamos todos, del tipo «esto es una silla», y luego un carpintero se detiene en su estructura carpenterística, mientras un escritor piensa qué hacer narrativamente con ella. Cuando estoy de vacaciones me gustaría disfrutar y sufrir plenamente las cosas, sin interferencias literarias. Y además está el respeto: no puedes estar en el funeral de tu amigo y decir «mmm, esto que escuché me interesa».
LITERATURA Y TELEVISIÓN. Vivimos en un momento tan crítico para la literatura que, paradójicamente, te permite arriesgar más: si nada vende, por qué no intentar lo que quieras. Yo trato de escribir libros parecidos a los que me gustan, con cierta complejidad, cierto juego. Ante el bombardeo audiovisual, la única batalla que puedo ganar es la del estilo. Me interesa que la literatura sea diferente a la televisión. Para mí es un logro que ninguno de mis libros pueda ser filmado o adaptado para una serie.
VIDA Y FICCIÓN, INEXACTAS. Mi metáfora favorita sobre escribir es la frase de John Updike que cito en La parte inventada: el artista trae al mundo algo que no existía y lo hace sin destruir nada a cambio, «en una especie de refutación de la conservación de la materia». Me gusta esa referencia químico-física, disciplinas sobre las que no tengo idea, porque tanto la realidad como la literatura son ciencias inexactas.
BIOY, POR SOBRE BORGES. El estilo de Borges acaba comiéndoselo, sus últimos libros parecen escritos por un admirador suyo. Bioy, en cambio, se sostiene. Me parece un mejor escritor, ahora lo estuve leyendo en la Antología de la literatura fantástica. Me deja alucinado lo bien que escribe, con sus toques de rareza, como esquirlas destellando en una aparente normalidad.
DEVORADOS POR LA LITERATURA. Desde niño quise ser escritor. No conozco otra cosa, nunca pensé que la vida podía ser de otra manera. La mayoría de mis amigos son escritores, estamos en lo mismo, así que el único antídoto que me puede sacar de cierto solipsismo es que estoy muy enamorado de mi mujer y de mi hijo, me llevo muy bien con ellos. Yo tengo esa suerte, pero entiendo a los escritores que tienen situaciones familiares complicadas y son devorados por la literatura.
¿ARGENTINO? Disfruto mucho la amplitud temática de la literatura argentina, pero en otros temas no me envuelvo en la bandera de mi país. No me interesa el futbol, no pienso que Gardel cante mejor cada día, estoy seguro de que Dios no es argentino, no me psicoanalicé nunca.
LO QUE VIENE. Para 2015 quiero escribir una novela y en tándem hacer un cuento por mes. Todos mis libros de cuentos están imbricados, unidos al final, pero ahora me apetece hacer cuentos sueltos: uno sobre el verano, otro sobre Marte, otro sobre no levantarte de la cama, aunque no sé si podré, porque me pierde la idea de ensamblar estructuras.
(Originalmente publicado en la revista SoHo).

dani… cuál es el sitio de esta revista en la web? es soho de méxico?… estoy un poco desorientado con eso…
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Sí, querido es SoHo México. La revista madre es colombiana, pero el sitio de México es http://www.sohomexico.com.
Un abrazo fuerte
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Compré y comencé a leer La parte inventada gracias a la recomendación de una amiga tan querida que no tengo adjetivos suficientes para calificarla (no porque me haya recomendado la novela, sino por un montón de cosas más). Dos citas de este libro de Fresán: «Recordar tiene más de reescritura que de relectura» y la que me parece mejor, casi perfecta, diría: «La buena ficción –si sabemos aprovecharla– es un manual de instrucciones para nuestra no-ficción» ¡Perfecto!
Gracias por recordarme que tengo que retomar esta novela.
Abrazos.
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Esa amiga (de usted, no mía) le manda decir que cree que puede disfrutar mucho La parte inventada (usted, que ella ya la disfrutó), porque sus intereses (los de ella y los de usted) corren paralelos a los de su protagonista (el de la novela), tan en mucho similar a su autor (no el que lo creó a usted, sino al favorito de ella), como cuando reconoce (el personaje, no usted): «Así que ahí está él, cada vez más inseguro de todo menos de las demasiadas ideas que se le ocurren -después de tanto tiempo, como quien descubre no petróleo pero sí huesos de dinosaurio- para posibles cuentos. Una detrás de otra. Partes inventadas. Productos inconclusos saliendo de una línea de montaje y burlándose de él, tentándolo para que se mueve, para que salga de allí, para que los ponga por escrito, destilados en una frase o dos, en su libreta de notas, en un bolsillo de su chaqueta, colgada en un perchero a poco metros y miles de años luz de su cuerpo».
Su amiga (la de usted) le manda un abrazo kilométrico
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