Tenía 63 años, varios poemas y una biblioteca de nueve mil libros, donde por la noche empezó el fuego. Quiso salvarlos armado de su extintor, solo, caballero jurado al pie de los volúmenes. El humo le hizo perder el conocimiento y murió buscándolo entre los libros chamuscados, como imitando el Scriptorium ardiente de El nombre de la rosa. Se llamaba Rafael deSigue leyendo «Poeta muerto por salvar sus libros»