Como un niño pequeño, el deseo no deja de crecernos. Territorial, el día que llegó se hizo espacio en nuestra casa, la pobló de sus cosas y nos puso a su merced.
A meses de distancia, sigue siendo él pero es otro, de ojos asombrados. Cada rincón luce sus colores, no hay ámbito libre, espacio del clóset que no invada. Por las noches, oculto a todo, se estira un poco y a la mañana sorprende con una nueva altura, pómulos más marcados, capaz de otras hazañas. Se lanza a correr y nos lleva detrás, lengua de fuera. A veces nos cosquillea, otras nos maravilla o asusta. Pensamos que nosotros lo engendramos pero es él quien nos dio a luz.
-Julia Santibáñez
yo tenía algo muy parecido, pero se me perdió en una noche de juerga. Hermoso como siempre querida
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Esas noches de juerga en las que se pierde todo (incluido el honor) pero lamentablemente no la memoria! Gracias, saludos!
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Hola. No me gusta porque te quedaste corta de palbras. Esto merece un escrito más largo. Venga, anímate. Es demasiado bueno para dejarlo así. Un abrazo.
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Gracias por el aliento, exploraré otra versión… Abrazo!
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