
Tengo dos grandes suertes en la vida: una es tener como amigo a Andrés Grillo, la otra es que Andrés Grillo no tenga un blog. Eso significa dos cosas: con esa generosidad que no puede evitar (y tampoco intenta), con frecuencia me comparte tesoros, mismos que puedo «robar» para publicar aquí. Por ejemplo, ayer me mandó la entrevista que le hizo @MarAbad al autor español Juan José Millás, de la que entresaco estas cinco preciosidades:
1. «Los escritores pasamos muchas horas pensando y tenemos una tentación horrorosa: leer».
2. «Siempre estoy deseando que suene el móvil porque escribir es una peste. Es lo que más nos gusta a los escritores pero, a la vez, es infernal. Cuando te llaman, te relajas y te vienen algunas ideas […] pero después tienes que ponerte frente al ordenador. Puede que salga algo o que no salga nada. Pero tienes que ponerte».
3. «El escritor está trabajando siempre, hasta cuando no escribe nada».
4. «Este trabajo está muy mitificado. Hay escritores que dicen que en una mañana han escrito dos líneas. Pues mira, si te pasa eso, mejor no te dediques a esto. En una empresa te echarían. Imaginad a una teleoperadora que diga que solo puede hacer dos llamadas en un día».
5. «Consultar diccionarios y enciclopedias es una de las cosas que hago cuando no hago nada».
¡Hola de nuevo!
Así es. El oficio de escritor es un trabajo de 24 horas. ¿Cuántas veces no te ha asaltado una idea en medio de la noche? Uno podrá tener su trabajo «normal». Aun ahí se está componiendo —mentalmente— la siguiente cuartilla.
Por cierto, eso de leer con recurrencia diccionarios y enciclopedias es una estupenda recomendación, incluso para los que no escriben.
¡Muchos saludos!
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Como dices, pasa todo el tiempo. De hecho, esta misma entrada nació entre las 3 y las 4 de la mañana, me desperté inquieta con la idea, escribí y me volví a dormí hasta las 6 que sonó el despertador. Pero como bien dice Millás, no me quejo porque yo escojo hacerlo… y lo disfruto una enormidad.
Y coincido en que los diccionarios y enciclopedias. Yo acudo mucho a los diccionarios, me fascinan, pero no tanto a las enciclopedias. Me gusta la idea de hacerlo…
Saludos
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Éste tipo de listas (las que habitualmente vienen en forma de decálogo por esa manía que tienen las personas de hacer listas por decenas) es habitual y siempre tienen el atractivo de la síntesis; de creer que podemos atrapar el alma o los conceptos de tal o cual artista a través de pocas líneas. Me gustó muchísimo todo lo que dice Millás; imposible no coincidir con él. Cuando leí el punto 3 recordé algo que leí hace un tiempo, no recuerdo el nombre del autor, pero creo que era alguien del siglo XIX; en síntesis: cuando el tipo se iba a dormir, colgaba un cartelito en la puerta de la habitación que decía «No molestar, poeta trabajando». Sólo eso; pero me gustó esa idea de que el poeta es poeta hasta cuando sueña.
Me gustan las enciclopedias; pero mucho más los diccionarios. De hecho, suelo decir que los colecciono, aunque no tenga muchos (bueno, con mi manía a dejar atrás libros o bibliotecas completas eso es algo inevitable). Uno de mis favoritos es The Dictionary Of Imaginary Places, de Alberto Manguel. Una maravilla por donde se lo mire (aunque soy consiente de que ustedes hacen referencia a los diccionarios clásicos, yo sumo a los otros también).
Abrazo
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El poeta es poeta hasta cuando sueña aunque a veces tenga sueños prosaicos (en la doble acepción de la palabra), de acuerdo contigo. Y es que me parece, aclaro, que no es que sueñe con versos o figuras retóricas, sino que las sensaciones, pesadillas, emociones o colores que ve en sueños a veces las usa en un poema, lo mismo que un narrador en un cuento o novela. No es de extrañar, sueño y creación se encuentran en el mismo mundo de la fantasía y se alimentan mutuamente, como buenos hermanos.
Por desgracia no conozco el diccionario de Manguel que mencionas y que suena como un regalo cotidiano, pero sí entiendo el concepto: yo solía acudir mucho a mi Diccionario de los símbolos (no recuerdo al autor). Ahora que me haces recordarlo quiero retomar esa sanísima y, sobre todo, felicísima costumbre. Al final, no creo que Millás se refiera sólo a diccionarios clásicos o de lengua, sino al compendio de conocimiento que encierran y que uno puede aprovechar con abrir sus páginas. ¿Por qué privarnos de ellos?
Abrazo fuerte
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Exacto, así es, el poeta sueña como cualquier hombre; lo que lo diferencia del resto es lo que hace con ese material. Ésa es la idea.
El diccionario de Manguel es una maravilla (estoy siendo injusto con alguien, porque es un trabajo en colaboración y no recuerdo el nombre del coautor). Es un compendio de todos los lugares imaginarios de la literatura; en algunos casos con mapas incluidos (de ciudades, islas, mundos). Lamentablemente no lo tengo conmigo, sino subiría una entrada para que lo vieras.
Abrazo.
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De Eco salió hace poco un diccionario similar de lugares imaginarios, lo tengo en la mira para comprarlo y de paso preguntaré por el de Manguel. Ya te contaré si lo consigo…
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Lo vi y le eché un vistazo hace un par de semanas; pero estaba muy caro para mi bolsillo (por encima de los $400. Ese día compré 3 y gasté $350). De todos modos me pareció muy interesante, aunque más en la línea de On Beauty (el cual estoy a punto de comenzar). el de Manguel es un diccionario en toda la pureza del término, con entradas ordenadas alfabéticamente, etc. El de Eco me pareció más cercano al ensayo.
Si lo compras, espero tu comentario sobre él.
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Cuenta con él, sin duda, cuando le logre hincar el diente.
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Muy bueno eso de las dos líneas.
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Sabio Millás, sí, que con ironía subraya un punto sobre esa mitificación del escritor.
Saludos
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Pues yo discrepo sobre el asunto de las dos líneas y la comparación, depende de qué dos líneas sean, yo creo que el oficio de escritor es mucho más grande que la cantidad, prima la calidad, siempre.
Haciendo la comparación con, qué se yo, la música, siempre prefiero un grupo que haga un buen disco cada seis años que el que hace tres discos mediocres en ese mismo tiempo, el número de buenas canciones es probable que fuera el mismo, de esos tres discos es posible que saques buenas canciones para uno, pero eso, meter tanto relleno me parece hasta una falta de respeto a los seguidores 🙂
Besos ojito.
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El tema es más bien irónico, me parece, para reírse un poco de esa pose que muchos adoptan de «cuánto sufro escribiendo». Por supuesto que coincido contigo en que en el arte no aplica un criterio cuantitativo sino cualitativo (pregúntenle a Juan Rulfo).
Abrazo no sufrido
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cómo sea, dónde sea y a la hora que sea, si vencemos la inercia entre pensamiento y mano, lo hacemos. personalmente me sucede que muchas ideas vienen a mi mente cuando estoy en el umbral del sueño, entonces, me dejo llevar por esa cascada surrealista que pareciera asaltarme de la nada y me resisto a escribirla, simplemente por no romper el flujo y dsifrutar de ese río de palabras que me invaden. otras, está claro, logro vencer la inercia y me abstengo de disfrutarla en su fluir, y aunque sean dos o tres palabras logro plasmar en el cuaderno que duerme a mi lado. como dice don Millás, escribimos aunque en su momento no escribamos nada.
abrazo
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Por supuesto, esa hora de la duermevela es intensísima, Nélida querida. Hace poco me pasó que «soñé» una frase que me pareció genial en ese momento, logré recordarla al despertar y me puse feliz, pero cuando la leí horas después encontré que no tenía sentido alguno (oh, decepción). Otras veces, claro, sí que han salido cosas medianamente dignas de esa frontera entre sueños y vigilia. El tema, como bien señalan Millás y tú, es que quienes escribimos lo hacemos aunque no lo hagamos.
Abrazo desde la vigilia =)
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A mí me ha pasado lo de las dos líneas, pero no le voy a hacer caso a Millás (de momento al menos). Hay días que por mucho que lo intentes no sale nada que valga la pena y, en cambio, en la situación más inesperada te asalta la iluminación. La ducha y el autobús son lugares donde suelo inspirarme. En el bus suelo llevar libreta y boli, pero en la ducha tengo que confiarlo todo a mi capacidad de evocación posterior… Jajaja!
Un abrazo!
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Pues no te tardes en poner una grabadora en la ducha, Benjamín querido. El bus suena como un buen lugar para inspirarte, porque no vas «haciendo nada» y puedes dejar volar la imaginación. A mí me funciona traer en la mente lo que estoy trabajando y varias veces al día pensar por dónde llevar ese texto, luego anotarlo en la libreta que traigo siempre conmigo. No siempre sale algo pero con frecuencia voy armando un poema como si de tratara de un rompecabezas: una pieza a la vez.
Abrazo!
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