«No temo a la falta de ideas, sí a la del espacio personal, donde a veces es más importante el artículo que hay que entregar, el trabajo por el que nos pagan, que la deliciosa incertidumbre del destino de ese cuento que es nuestro y que nos incita a darle vida», dice Mónica Lavín en su nuevo libro Cuento sobre cuento (Lectorum).
Me pasa siempre: quiero tiempo para escribir sin ver el reloj. Tengo que buscarlo tarde en las noches, después del trabajo y de conversar con mi hija sobre el día o cenar con quien más me quiere. A esas horas borroneo poemas, escribo una entrada para este blog o pulo aquel texto, pero estoy cansada, aguanto poco. No sé si un día me atreveré a darle más prioridad de tiempo a lo que tiene prioridad en mis intereses: la «deliciosa incertidumbre de escribir», como la llama Mónica. Me pregunto si cuando por fin pueda bajar el ritmo de trabajo me inventaré otra excusa para no escribir más y así seguir anclada en un mundo de certidumbres.
A mi a veces me pasa que cuándo escribo, me doy cuenta que todas las certidumbres que creía tener en realidad no lo eran tanto… De ahí que a veces me busque excusas para no escribir.
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Sí, escribir te cuestiona todo el tiempo, te hace dudar, te incomoda y, sin embargo (o justo por eso), se vuelve ritual necesario. Aunque conscientemente no busco pretextos, pienso que quizá en el fondo a veces me quedo en mi zona de confort.
Saludos…
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No creo que eso suceda, creo que para ti escribir es una necesidad y para nosotros leerte.
😘😘😘
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Va un beso tronado hasta allá!
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Yo, por ejemplo, escribo más cuanto menos tiempo tengo para emplearlo en ello… Absurda la mente humana.
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Tortuosos caminos los suyos. En fin, que cada quien lo haga como mejor le funcione.
Abrazo
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¡Hola, Danioska!
El tiempo, ese tirano. Hay que abrirse espacios para uno mismo, son muy necesarios. De lo contrario enloquecemos, al grado que los que escribimos dejamos de escribir. Eso, Danioska, no nos lo podemos permitir.
¡Un abrazo!
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Tienes amante oscuro en las palabras que se escurren. Amante generador de ilusión para llevar palabras nuevas, para enlazar poemas y redondear un círculo de cosas que remata en una nueva vuelta de espiral que pide vueltas y más vueltas. Esa es locura y regocijo. Me gusta esta entrada.
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Qué buena imagen me sugieres, la de una espiral que pide más vueltas, la de un gato persiguiéndose la cola. Supongo que más o menos así lo vivimos todos quienes escribimos por gusto/ necesidad/ adicción.
Gracias, un abrazo.
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