
Enamorarse de las palabras, hechas aparentemente de blanco y negro pero capaces de contener todas las cosas que hacen peligrosa y grande y soportable la vida. Esa fue la clave de vida de este poeta mayor.
En el verano de 1951, un estudiante se acercó al poeta Dylan Thomas (1914-1953) y le hizo cinco preguntas sobre el oficio de los versos. El maestro y escritor tomó en serio la petición y escribió lo que hoy se conoce como «Notas sobre el arte de la poesía». Robo un pequeño fragmento para este #MiércolesDePoesía, primero en el original en inglés (si tienes oportunidad, regálate esa lectura) y, abajo, con una decorosa traducción al español. Por esta declaración se sabe que las palabras se enamoraron perdidamente de Thomas.
«I should say I wanted to write poetry in the beginning because I had fallen in love with words. The first poems I knew were nursery rhymes, and before I could read them for myself I had come to love just the words of them, the words alone. What the words stood for, symbolised, or meant, was of very secondary importance; what mattered was the sound of them […] I fell in love —that is the only expression I can think of— at once, and am still at the mercy of words […] And, when I began to read the nursery rhymes for myself, and, later, to read other verses and ballads, I knew that I had discovered the most important things, to me, that could be ever. There they were, seemingly lifeless, made only of black and white, but out of them, out of their own being, came love and terror and pity and pain and wonder and all the other vague abstractions that make our ephemeral lives dangerous, great, and bearable […] I knew that I must live with them and in them, always […]».
Da click aquí para leer el texto completo en inglés
«En un principio quise escribir poesía porque me había enamorado de las palabras. La poesía para niños fue la primera que conocí y aún antes de ser capaz de leer solo una línea me enamoré de las palabras, de las palabras en sí mismas. Lo que representan, su simbología o significado real, era secundario para mí. Lo que contaba era la música […] Me enamoré a primera vista. Y estoy todavía a merced de las palabras […] Cuando comencé a leer poesía infantil yo solo y, más adelante, todo tipo de versos, comprendí que había descubierto la cosa más importante del mundo para mí. Estaban ahí, aparentemente muertas, hechas sólo de negro y blanco; pero fuera de eso, fuera de su ser, mutaban en amores y temores y piedad y dolor y maravilla y todas las otras sensaciones que hacen peligrosa, grande y soportable nuestra efímera vida. […] comprendí que debía vivir con ellas y en ellas para siempre […]».
Nunca había leído este texto de D.Thomas y lo encuentro maravilloso. Siento resonar muchas de las sensaciones descritas dentro de mí. Alguna vez te dije que soy un grande fan de las bibliotecas públicas debido a mi vida errabunda antes, esta circunstancia unid al kindle hoy hacen que posea muy pocos libros… excepto de poesía. La poesía ha definido mi gusto por todo lo demás, habiéndome sido de fundamental importancia no sólo a la hora de aprender nuevas lenguas sino incluso en el conservatorio. La poesía es la misura, pone en orden las cosas todas. Y el texto que nos propones le rinde justicia como sólo los grandes son capaces de hacer. Besos somnolientos.
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Me emociona lo que dices, querido, porque a mí también el texto me pone la piel a la intemperie. La poesía fue lo primero que marcó mi vida lectora, cuando era una niña de unos ocho o diez años. No entendía mucho de lo que leía pero la musicalidad de los versos me encantaba tanto que me aprendía largos poemas de memoria. Luego, cuando yo tendría unos 11 o 12 años, mi papá me pedía con frecuencia que recitara «Muy cerca de mi ocaso yo te bendigo, vida…», de Amado Nervo. Le hacía mucha gracia que a mi edad me gustara ese poema de un hombre que se despide. En realidad yo no entendía gran cosa, pero me gustaba la sonoridad. Desde entonces y hasta ahora soy una incurable lectora de poemas, me sé muchos de memoria, hice mi tesis de licenciatura y mi tesis de maestría sobre poesía, me parece la más hermosa de las expresiones literarias. De modo que gracias por compartir mi deleite por el texto de Thomas.
Besos contentos
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Lo curioso, en mi caso al menos, es que el amor y el placer por las palabras los encuentro no solo en la poesía (claro está, ello es inevitable) sino también en todas las vertientes de la literatura, en especial en la filosofía. El habla cotidiana no deja de ser un buen campo donde poner en práctica ese placer.Como dijo Borges (alguna vez deberíamos hacer un esfuerzo para no citarlo): No pasa un día sin que una persona cualquiera no diga, seguramente sin saberlo, el verso más maravilloso.
Abrazos.
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Yo sí suelo encontrar las más altas alturas (auch) en la poesía, pero es verdad que no sólo existen ahí. La narrativa suele deparar sorpresas que quitan el aliento, pero en mi caso casi siempre descubro que es porque ese cuento o esa novela se imbuye de poesía, de modo que… En cuanto a la filosofía, la verdad no la visitado mucho. Y vaya con la cita que traes de Borges: para qué hacemos un esfuerzo por no citarlo si lo dijo mejor que nadie.
Abrazos
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Perdonadme si intervengo de nuevo (y anticipadamente, si el iPad me traiciona, debiera escribir chorradas) pero me gustaría aportar una pequeña reflexión: mientras la filosofía nos exige comprensión y su calidad literaria o belleza formal es un plus que se agradece más que no es indispensable (pienso en Kierkegard o Wietgestein, pesados como piedras, que nada tienen que ver en la forma con un Hillman o un Sartre) mientras que en la poesía es necesaria incluso en su negación: la poesía es música. A diferencia de la filosofía, hablo sobretodo de filósofos no pertenecientes a la antigüedad greco-latina, la poesía no necesariamente tiene que ser comprendida. El gusto por ella, como por la música al menos en un primer estadio, estimula reacciones de base… el gusto por ella normalmente se adquiere en la niñez mientras que a la filosofía, fruto de reflexión, no se nos permite el acceso si no a través de su comprensión y el gusto por ella normalmente se adquiere en la media/tarda adolescencia. La pasión por una, no excluye evidentemente el amor por la otra. Noches, noches.
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De acuerdo en que la poesía no necesariamente tiene que ser comprendida. Es verdad, pero tampoco se pelea con ser entendida, es más, en lo personal suelo disfrutar más la poesía-narrativa, es decir, que conjuga en un mismo espacio la musicalidad y también una historia, en contraposición a la poesía llamémosle «oscura». En cuanto a lo otro, el hecho de que el gusto por la poesía puede nacer en la infancia mientras gustamos de la filosofía más tardíamente, se me ocurre comentar algo que suele decir el poeta Fabio Morábito: cuando un niño nace, tiene en sí la capacidad de articular absolutamente todas las lenguas del mundo, pero cuando empieza a aprender una (o más), automáticamente la posibilidad de articular las demás se ve mermada. La poesía, quizá, sea el intento por recobrar esa capacidad humana de hablar un idioma que consideramos perdido.
Abrazos
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