Las caricias, incompatibles con la prisa

Cartagena de Indias, Colombia. Saboreo el tiempo que pasa aquí, sin prisa ni desgaste, que se desliza como la luz sobre el agua. Ayer un cartagenero jugaba diciendo que ellos trabajan «los miércoles»: de jueves a domingo están de rumba, los lunes sufren los estragos de la fiesta y los martes se preparan para ganar elSigue leyendo «Las caricias, incompatibles con la prisa»

Las tres madres de un cartagenero

De raza negra y dientes impecables, John nos transporta en su taxi por Cartagena de Indias. Dice haber sido suertudo con pasajeros mexicanos y tener en casa una pared cubierta por más de 40 banderas de países de donde ha tenido clientes. «Claro, ahí está Mexico, no con una sino con varias banderas». No séSigue leyendo «Las tres madres de un cartagenero»

«Prestar libros es como el amor, hay que perderle el miedo»

Se llama Martín Murillo. Lo conozco a mitad de Cartagena de Indias, en plena Plaza Bolívar. Mientras a mi novio le bolean los zapatos, yo deambulo y me topo con su Carreta Literaria, isla de libros a medio parque. Fascinada, me acerco a conversar. De barba cana y playera con logotipos de sus sponsors (sic), desde hace siete años se dedicaSigue leyendo ««Prestar libros es como el amor, hay que perderle el miedo»»

Me regalaron una ciudad

Hoy vuelo a Bogotá y de ahí a Cartagena de Indias, «la más bella del mundo» según El amor en los tiempos del cólera de García Márquez, para unos días fuera del mundo. Desde mis tiempos de universidad tengo ganas de ir. Su historia colonial, la muralla que guarda ecos de esclavos y españoles, susSigue leyendo «Me regalaron una ciudad»