Contradicto, amor es esa dulce violencia, esa libertad encarcelada, hielo abrasador y fuego helado, ese soñado bien y mal presente del famosísimo soneto de Quevedo. Para este #MiércolesDePoesía va otro soneto quevediano que pone en palabras la tensión de opuestos que implica quemarse sin consumirse y, finalmente, el delirio de grandeza que provoca: cuando ama, uno se vuelve inmortal.
Soneto amoroso
Tras arder siempre, nunca consumirme;
y tras siempre llorar, nunca acabarme;
tras tanto caminar, nunca cansarme;
y tras siempre vivir, jamás morirme;
después de tanto mal, no arrepentirme;
tras tanto engaño, no desengañarme;
después de tantas penas, no alegrarme;
y tras tanto dolor, nunca reírme;
en tantos laberintos, no perderme,
ni haber, tras tanto olvido, recordado,
¿qué fin alegre puede prometerme?
Antes muerto estaré que escarmentado:
ya no pienso tratar de defenderme,
sino de ser de veras desdichado.
-Francisco de Quevedo, Quevedo esencial, Taurus